Fuego del Señor

Fuego del Señor en El Salvador viernes 29 de junio de 2001

Quería repartir copias de mi testimonio en la oficina durante el horario de trabajo. Pero sabía que no me era permitido romper el orden de la empresa. La noche del jueves 28 de junio del 2001 recurrí a la oración. Pedí a Dios que hiciera "algo especial". En la tarde del viernes 29 de junio de 2001 un corto circuito cortó la energía eléctrica al centro de cómputo de la empresa. Aproveché el desorden que siguió para entregar mi testimonio a los compañeros.

En julio del año 1999 empecé a trabajar en la Distribuidora de Electricidad Delsur.

El plantel central estaba en un terreno en las faldas del volcán de San Salvador. Para llegar hasta allí teníamos que transitar por una calle de tierra y piedras que pasaba en medio de una zona marginal. Casi nadie se atrevía a pasar a pie por esta calle.

A la hora de entrada y salida del trabajo un microbús rentado por la empresa hacía varios viajes para transportar los empleados desde la Plaza Merliot al Plantel o vice versa. Pero si uno llegaba o salía antes o después le tocaba pedir ride para no tener que pasar a pie por la marginal.

Yo tenía mi propio carro pero había un problema con una llanta y estaba siempre tan corto de dinero que no lo arreglaba.

Muchas veces tenía que salir del plantel fuera del horario del microbús. Entonces me paraba cerca del portón de entrada y esperaba a que saliera un carro para pedir ride. Siempre había algún compañero o un visitante que me sacaba en su vehículo.

A veces el ride iba solo hasta justo afuera de la marginal o hasta la Plaza Merliot, otras veces más lejos. Pero en cada ride aprovechaba para compartir de mi testimonio.

De esta manera testifiqué a muchos compañeros. Pero a otros muchos no había podido testificar aún, incluyendo a mis compañeros más inmediatos del departamento de informática.

El 13 de enero del 2001 un fuerte terremoto destruyó parte de las oficinas del plantel. Nos mudamos entonces a dos casas grandes alquiladas en la Colonia San Benito.

En febrero del 2001 escribí un tratado de una página revés y derecho con los puntos principales de mi testimonio y un llamado al lector para reconciliarse con Dios. En los meses siguientes sacaba copias y las repartía, pero casi nunca a mis compañeros de trabajo.

Pero hubo un creciente deseo dentro de mí de poder repartir testimonios a ellos dentro de la oficina y durante el horario de trabajo. Lo estaba pensando por un tiempo hasta que por fin me decidí.

El jueves 28 de junio del 2001 saqué 80 copias de la tercera versión de mi testimonio. En la noche en mi casa doblé todas las copias. Era como la medianoche cuando terminé.

Pero yo sabía muy bien que no iba a poder levantarme así no más para repartir las copias, mucho menos durante el horario de trabajo. No podía romper el esquema de la empresa.

Así que recurrí a la oración. Me arrodillé. Puse el paquete de testimonios en el suelo delante de mí y puse mis manos encima. Luego puse la frente en el suelo.

Postrado así empecé a orar. Pedí varias cosas a Dios: que me diera el valor de entregar los testimonios, que su Palabra no regresara vacía, y en toda mi palabrería que siguió de repente pedí que él hiciera "algo especial". Luego me fui a acostar.

La mañana del día siguiente, el viernes 29 de junio de 2001, llegué en la oficina con los testimonios. Me fui a sentar en mi puesto y empecé a trabajar.

Pero estaba ansioso por repartir las copias. Sin embargo, cada vez que quería levantarme de mi silla no podía hacerlo. Y el tiempo avanzaba.

En un momento me fui a encerrar en el servicio para orar. Parado con una mano apoyada en la pared y mirando hacia arriba lancé una pregunta a Dios: "¿y no vas a hacer nada especial?"

Luego me fui a sentar nuevamente. Siguió la lucha interna. Quería levantarme pero no podía.

En mis adentros empecé a conversar con Dios. Le dije: "Señor, realmente no puedo hacer esto. Lo único que yo puedo hacer es repartir los testimonios aquí en el cuarto de informática".

Con los compañeros de la Unidad de Desarrollo del Departamento de Informática estábamos juntos en un cuarto grande de una de las casas alquiladas.

Ya cambió mi enfoque. Empecé a tratar de agarrar valor para repartir los testimonios solo en el cuarto de informática.

Pero cada vez que me iba a levantar alguien entraba o salía.

Por fin tomé la determinación "voy a repartir los testimonios justo antes de la hora de almuerzo".

Pero llegó la hora de almuerzo y de repente todos se levantaron y se fueron dejándome solo.

Ya en la tarde después del almuerzo sentí acercándose el fin de semana. Sentía que si no iba a repartir los testimonios me iba a sentir re-mal durante todo el fin de semana.

Por fin me levanté y repartí unos cinco o seis testimonios solamente en el cuarto de informática. Regresé a mi escritorio y me senté.

Me quedé muy aliviado. Ya había hecho lo que era posible para mí. Pero ahora mi Dios entró en acción.

Momentos más tarde vi a algunas personas corriendo por el pasillo, buscando un extintor de fuego.

Poco tiempo después de repente todos los compañeros nos quedamos sin acceso a las aplicaciones de bases de datos en nuestras pc.

Luego conocimos más detalles de la situación.

¡Se había dado un corto circuito en la acometida eléctrica en la otra casa alquilada!

Lo más delicado era que esta otra casa servía para albergar temporalmente el centro de cómputo de la empresa desde que nos habíamos mudado allí después del terremoto del 13 de enero.

El responsable del centro de cómputo se vio obligado a hacer el proceso de shutdown de las bases de datos y luego interrumpir la electricidad de toda la casa.

Por esa razón mis compañeros y yo habíamos perdido de un momento para otro el acceso a las aplicaciones que eran nuestras herramientas de trabajo.

Cuando los compañeros se dieron cuenta que el asunto iba para largo, al ratito se levantaron y empezaron a moverse por la casa donde estábamos y a platicar entre ellos.

Entendí que había llegado el momento oportuno para repartir los testimonios.

Así que yo también me levanté, tomé los testimonios, y repartí a la mayoría de los presentes.

Después caminé hasta la otra casa donde se había producido el incendio y allí también repartí de mis testimonios.

Ciertamente este día Dios hizo "algo especial", tal como le había suplicado en mi oración de la noche anterior. Lo que para mí era imposible, romper el esquema de la empresa, lo hizo Él por medio de este incendio y consiguiente corte de energía eléctrica.

¿Habrá sido coincidencia que el incendio se dio inmediatamente después de que yo había repartido los primeros pocos testimonios?

¿Habrá sido meramente una coincidencia que se dio este incendio el día después de mi oración?

¿O será que verdaderamente Dios existe y contesta oraciones?

¡Piénselo y decida por usted mismo!

Lo sucedido me hizo recordar luego de la historia de Elías y los profetas de Baal:

36 Cuando llegó la hora de ofrecerse el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo: Jehová Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas.
37 Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios, y que tú vuelves a ti el corazón de ellos.
38 Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja.
39 Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: ¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!
(1 Reyes 18:36-39)
Que Dios te bendiga y te guarde.
En el nombre del Señor Jesucristo.
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He confiado asimismo en Jehová SIN TITUBEAR. (Salmos 26:1)